Hyrule Warriors: Age of Imprisonment, Zelda Regresa Al Genocidio De Bokoblins

Hay guerras que se escriben en libros, otras que se cantan en leyendas… y luego está la Guerra del Destierro, que Nintendo había dejado guardada como si fuera la receta secreta de la abuela. Hyrule Warriors: Age of Imprisonment llega justamente para abrir ese cofre y contarnos un conflicto enorme que siempre estuvo ahí, esperando su momento. Y vaya momento: Switch 2, gráficos mejorados, efectos a lo “te aviento 200 enemigos porque puedo” y un ritmo que no te suelta ni cuando intentas pausar para estirar las manos.

La historia arranca con esa vibra de “todo se está yendo al demonio, pero en bonito”. Hyrule está temblando, el sello que mantiene a raya al villano más necio de la franquicia empieza a fallar, y de pronto los héroes tienen que levantarse otra vez. Zelda toma un rol todavía más central —y no solo de “persona que necesita ayuda”, sino alguien que se mete al campo de batalla con artefactos Zonai que parecen inventados por un ingeniero que desayuna café con magia pura. Rauru, por su parte, brilla en un papel que por fin le hace justicia a lo que Tears of the Kingdom nos insinuaba: sabiduría, poder y un talento especial para convertir amenazas gigantes en oportunidades de pelear bonito.

La ambientación es un homenaje al lore, con castillos imponentes, llanuras que parecen pistas de carreras para matar monstruos y bosques que, aunque preciosos, te avisan desde lejos que algo va a saltar para pegarte. Lo mejor es que el juego no solo recorre lugares conocidos: también los reimagina, los adapta a la guerra y les mete cientos de enemigos que salen como si hubiera promoción del 2×1 en la tienda de villanos.

La jugabilidad mantiene ese ADN musou que ya conocemos: hordas desquiciadas de enemigos, combos que parecen coreografías de ballet pero con espadas, y ataques especiales que llenan la pantalla de luces y partículas como si fuera Año Nuevo en Hyrule. Sin embargo, aquí hay un giro interesante: los dispositivos Zonai. No son solo adorno, no son “mira qué bonito brilla”, sino herramientas estratégicas que realmente afectan el campo de batalla. Puedes manipular agua, viento y hasta el ritmo de los enemigos para crear aperturas, controlar grupos o simplemente lucirte frente a quien esté viéndote jugar.

Eso sí, hay que decirlo con cariño: la repetición típica del musou sigue ahí. En algún momento sentirás que ya limpiaste ese campamento hace media hora, pero ahora vienes con otro personaje. El juego intenta variarlo con misiones especiales, criaturas más grandes que tu casa y objetivos alternativos, pero el corazón del género sigue siendo el mismo, y si no te late la idea de enfrentar mil enemigos “casi iguales”, aquí no habrá milagros. Aun así, cuando la fórmula funciona, funciona, y hay momentos donde sientes que realmente estás en medio de una guerra ancestral que se está escribiendo en tiempo real.

Visualmente, Age of Imprisonment aprovecha Switch 2 como si Nintendo hubiera dicho “échenle más pixeles, que no se acabe”. Las partículas vuelan, los escenarios tienen profundidad, las texturas muestran cariño… hasta que aparece el clásico enemigo del jugador moderno: las caídas de cuadros. No son constantes, pero en batallas especialmente intensas es claro que el juego hace lo posible por sostener los 60 fps, incluso si tiene que sacrificar resolución en algunos momentos. Cuando juegas en modo cooperativo, la cosa baja a 30 fps, como recordándote que la amistad es hermosa, pero no tan poderosa como para evitar la reducción de fluidez.

La música merece aplauso aparte. Es épica, es hermosa, y toma temas clásicos de Zelda para remezclarlos con un tono de guerra que se siente justo donde debe estar. Hay momentos donde una simple melodía hace que un enfrentamiento normal se sienta como si fuera el capítulo final de una serie de 10 temporadas. Y los efectos de sonido —desde los golpes hasta los chillidos de los monstruos— refuerzan este sabor de batalla total.

Pero lo más interesante es cómo el juego logra sentirse como un puente entre dos mundos: el del lore profundo de Zelda y el del caos absoluto del género musou. No se casa completamente con ninguno, pero tampoco pretende hacerlo. Es un spin-off orgulloso de serlo, que no necesita disfrazarse para divertir. Te dice desde el inicio: “no soy un Zelda tradicional, pero mira qué bonito te cuento la guerra que nunca te contaron”.

Los fans de Zelda van a encontrar aquí detalles del lore que enriquecen lo que ya conocen. Los fans del musou van a gozar la acción. Los que no son fans de nada pero quieren pelear contra ejércitos mientras el Switch 2 intenta no despegar como helicóptero, también la van a pasar bien. El único público que podría sentir que esto no es para ellos son los que buscan exploración profunda, puzzles complejos o el ritmo sereno del Zelda clásico; aquí todo es adrenalina y caos organizado.

Al final, Hyrule Warriors: Age of Imprisonment es como ese amigo con el que no sales diario, pero cada vez que lo ves, pasan cosas épicas. No reinventa el género, no cambia las reglas del universo Zelda, pero entrega exactamente lo que promete: una guerra mítica, divertida, intensa y con suficiente corazón para justificar cada batalla.

Una pieza que acompaña al canon, no que lo reemplaza. Un espectáculo.
Y sí, Lalo: 8/10 muy bien puestos, con gusto, y con un pequeño guiño de “esto, en pantalla grande, está para aplaudir”.

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